domingo, 28 de diciembre de 2014

Cantar del Mio Cid

CANTAR I


1.

De los sos ojos tan fuerte mientre lorando
tornava la cabeça y estava los catando.
Vio puertas abiertas e uços sin cañados,
alcandaras vazias sin pielles e sin mantos
e sin falcones e sin adtores mudados.

Sospiro mio Çid ca mucho avie grandes cuidados.
Ffablo mio Çid bien e tan mesurado:
"¡Grado a ti, Sennor, Padre que estas en alto!
¡Esto me an buelto mios enemigos malos!"
Alli pienssan de aguijar, alli sueltan las riendas.



2

A la exida de Bivar ovieron la corneja diestra
y entrando a Burgos ovieron la siniestra.
Meçio mio Çid los ombros y engrameo la tiesta:
"¡Albriçia, Albar Ffañez, ca echados somos de tierra!"

3

Mio Çid Ruy Diaz por Burgos entrava,
en su compaña lx. pendones levava.
Exien lo ver mugieres e varones,
burgeses e burgesas por las finiestras son,
plorando de los ojos tanto avien el dolor.
De las sus bocas todos dizian una razon:
"¡Dios, que buen vassalo! ¡Si oviesse buen señor!"

sábado, 20 de diciembre de 2014

Amadís de Gaula. (Garci Rodríguez de Montalvo)

LIBRO PRIMERO

Capítulo 1

Cómo la infanta Elisena y su doncella Darioleta fueron a la cámara donde el rey Perión estaba.

Como la gente fue sosegada, Darioleta se levantó y tomó a Elisena así desnuda como en su lecho estaba, solamente la camisa y cubierta de un manto, y salieron ambas a la huerta y la luna hacía muy clara. La doncella miró a su señora y abriéndole el manto católe el cuerpo y díjole riendo: 
—Señora, en buena hora nació el caballero que os esta noche habrá.
Y bien decía, que ésta era la más hermosa doncella de rostro y de cuerpo que entonces se sabía. Elisena se sonrió y dijo: 
—Así lo podéis por mi decir, que nací en buena ventura en ser llegada a tal caballero.

Así llegaron a la puerta de la cámara. Y comoquiera que Elisena fuese a la cosa que en el mundo más amaba, tremíale todo el cuerpo y la palabra, que no podía hablar, y como en la puerta tocaron para abrir, el rey Perión, que así con la gran congoja que en su corazón tenía, como con la esperanza en que la doncella le puso no había podido dormir, y aquella sazón ya cansado, y del sueño vencido adormecióse y soñaba que entraba en aquella cámara por una falsa puerta y no sabía quién a él iba y le metía las manos por los costados y sacándole el corazón le echaba en un río, y él decía: 
—¿Por qué hicisteis tal crudeza?.
—No es nada esto —decía él—, que allá os queda otro corazón que yo os tomaré, aunque no será por mi voluntad.
El rey, que gran cuita en sí tenía, despertó despavorido y comenzóse a santiguar. A esta sazón habían ya las doncellas la puerta abierto y entraban por ella y como lo sintió temióse de traición por lo que soñara, y levantando la cabeza vio por entre las cortinas abierta la puerta, de lo que él nada no sabía, y con la luna que por ella entraba vio el bulto de las doncellas. Así que saltando de la cama do yacía tomó su espada y escudo y fue contra aquella parte do visto les había. Y Darioleta, cuando así lo vio, díjole: 
—¿Qué es esto, señor?, tirad vuestras armas que contra nos poca defensa nos tendrá.
El rey, que la conoció, miró y vio a Elisena su muy amada y echando la espada y su escudo en tierra cubrióse de un manto que ante la cama tenía con que algunas veces se levantaba y fue a tomar a su señora entre los brazos y ella le abrazó como aquél que más que a sí amaba. Darioleta le dijo: 
—Quedad, señora, con ese caballero que aunque vos como doncella hasta aquí de muchos os defendisteis y él asimismo de otras se defendió, no bastaron vuestras fuerzas para os defender el uno del otro.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Libro del Caballero Zifar.

  (...). «Ciertas», dijo Roboán, «así lo quiera, ca lo que Dios comienza nos por acabado lo debemos tener; ca Él nunca comenzó a hacer merced así como vos veis; no hay caso por que debemos dudar que Él no lleve y dé cima a todos; y por amor de Dios os pido, señor, por merced, que me queráis perdonar y enviar y que no me detengáis, ca el corazón me da que muy aína oiréis nuevas de mí». «Ciertas», dijo el Rey, «hijo, no me detendré, mas bien es que lo será tu madre, ca cierto soy que tomará en ello gran pesar». «Señor», dijo Roboán, «conhortadla vos con vuestras buenas palabras, así como soy cierto que lo sabréis hacer, y sacadla de pesar y traedla a placer». «Ciertas», dijo el Rey, «así lo haré cuanto yo pudiere; ca mi voluntad es que hagas lo que pusiste en tu corazón, ca creo que buen propósito de honra es que demandas, y cierto soy que, si bien lo siguieres y no te enojares, que acabarás tu demanda con la merced de Dios; ca todo hombre que alguna cosa quiere acabar, tan bien en honra como en al que hacerse puede, habiendo con qué seguirla, y fuere en pos ella y no se enojare, acabarla ha ciertamente. Y por ende dicen que aquel que es guiado a quien Dios quiere guiar».
Y luego el Rey envió por la Reina que viniese y donde ellos estaban, y ella fue y venida luego, y asentose en una silla luego que estaba en par del Rey, y el Rey le dijo: «Reina, yo he estado con vuestros hijos así como buen maestro con los discípulos que ama y ha sabor de enseñarlos y aconsejarlos y castigarlos porque siempre hiciesen lo mejor y más a su honra. Y en cuanto he yo en ellos enmendado, como buenos discípulos que han sabor de bien hacer, aprendieron su lección, y creo que si hombres hubiese en el mundo que obraren bien de costumbres y de caballerías, que estos serán de los mejores. Y Reina, decíroslo he en qué lo entiendo; porque Roboán, que es el menor, así paró mientes en las cosas y en los castigos que yo les daba, y así los guardaban en el arca del su corazón, que no se puede detener que no pidiese merced que le hiciese algo, que le diese trescientos caballeros con que fuese probar el mundo y ganar honra; ca el corazón le daba que ganaría honra así como nos, con la merced de Dios, o por ventura mayor». Y ciertas, bien así como lo dijo, así me vino a corazón que podía ser verdad. Y Reina, véngaseos en mente que antes que saliésemos de nuestra tierra os dije el propósito en que yo estaba, y que quería seguir lo que había comenzado, y que no lo dijésemos a ninguno ca nos lo tendrían a locura. Y vos respondístesme así: que si locura o cordura, que luego me lo oyerais decir, os subió al corazón que podría ser verdad, y aconsejástesme así: que saliésemos luego de la nuestra tierra; e hicímoslo así, y Dios por la su gran merced, después de grandes pesares y trabajos, guiemos y endrecemos así como veis. Y ciertas, Reina, eso mismo podría acaecer en el propósito de Roboán».

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Romance del prisionero



Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.


                (Anónimo)

sábado, 8 de noviembre de 2014

Francisco de Quevedo

          Amor constante más allá de la muerte

      Cerrar podrá mis ojos la postrera
        sombra, que me llevare el blanco día,
        y podrá desatar esta alma mía
        hora, a su afán ansioso linsojera;

        mas no de esotra parte en la ribera

        dejará la memoria en donde ardía;
        nadar sabe mi llama la agua fría,
        y perder el respeto a ley severa;

        Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,

        venas que humor a tanto fuego han dado,
        médulas que han gloriosamente ardido,

         su cuerpo dejarán, no su cuidado;

         serán ceniza, mas tendrán sentido.
         Polvo serán, mas polvo enamorado.





HISTORIA DE LA VIDA DEL BUSCÓN

Capítulo III
De cómo fuí a un pupilaje por criado de don Diego Coronel

Determinó, pues, don Alonso de poner a su hijo en pupilaje, lo uno por apartarle de su regalo, y lo otro por ahorrar de cuidado. Supo que había en Segovia un licenciado Cabra que tenía por oficio el criar hijos de caballeros, y envió allá el suyo y a mí para que le acompañase y sirviese.
Entramos, primero domingo después de Cuaresma, en poder de la hambre viva, porque tal laceria no admite encarecimiento. Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo (no hay más que decir para quien sabe el refrán), los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, de cuerpo de santo, comido el pico, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas. Su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro. La habla ética, la barba grande, que nunca se la cortaba por no gastar, y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese. Cortábale los cabellos un muchacho de nosotros. Traía un bonete los días de sol ratonado con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que fue paño, con los fondos en caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra y desde lejos entre azul. Llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños. Parecía, con esto y los cabellos largos y la sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en él. Conjuraba los ratones de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba. La cama tenía en el suelo, y dormía siempre de un lado por no gastar las sábanas. Al fin, él era archipobre y protomiseria.

jueves, 6 de noviembre de 2014

El Conde Lucanor. Don Juan Manuel

Cuento V

Lo que sucedió a una zorra con un cuervo que tenía un pedazo de queso en el pico



 Hablando otro día el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, le dijo:
-Patronio, un hombre que se llama mi amigo comenzó a alabarme y me dio a entender que yo tenía mucho poder y muy buenas cualidades. Después de tantos halagos me propuso un negocio, que a primera vista me pareció muy provechoso.
Entonces el conde contó a Patronio el trato que su amigo le proponía y, aunque parecía efectivamente de mucho interés, Patronio descubrió que pretendían engañar al conde con hermosas palabras. Por eso le dijo:
-Señor Conde Lucanor, debéis saber que ese hombre os quiere engañar y así os dice que vuestro poder y vuestro estado son mayores de lo que en realidad son. Por eso, para que evitéis ese engaño que os prepara, me gustaría que supierais lo que sucedió a un cuervo con una zorra.
Y el conde le preguntó lo ocurrido.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, el cuervo encontró una vez un gran pedazo de queso y se subió a un árbol para comérselo con tranquilidad, sin que nadie le molestara. Estando así el cuervo, acertó a pasar la zorra debajo del árbol y, cuando vio el queso, empezó a urdir la forma de quitárselo. Con ese fin le dijo:
»-Don Cuervo, desde hace mucho tiempo he oído hablar de vos, de vuestra nobleza y de vuestra gallardía, pero aunque os he buscado por todas partes, ni Dios ni mi suerte me han permitido encontraros antes. Ahora que os veo, pienso que sois muy superior a lo que me decían. Y para que veáis que no trato de lisonjearos, no sólo os diré vuestras buenas prendas, sino también los defectos que os atribuyen. Todos dicen que, como el color de vuestras plumas, ojos, patas y garras es negro, y como el negro no es tan bonito como otros colores, el ser vos tan negro os hace muy feo, sin darse cuenta de su error pues, aunque vuestras plumas son negras, tienen un tono azulado, como las del pavo real, que es la más bella de las aves. Y pues vuestros ojos son para ver, como el negro hace ver mejor, los ojos negros son los mejores y por ello todos alaban los ojos de la gacela, que los tiene más oscuros que ningún animal. Además, vuestro pico y vuestras uñas son más fuertes que los de ninguna otra ave de vuestro tamaño. También quiero deciros que voláis con tal ligereza que podéis ir contra el viento, aunque sea muy fuerte, cosa que otras muchas aves no pueden hacer tan fácilmente como vos. Y así creo que, como Dios todo lo hace bien, no habrá consentido que vos, tan perfecto en todo, no pudieseis cantar mejor que el resto de las aves, y porque Dios me ha otorgado la dicha de veros y he podido comprobar que sois más bello de lo que dicen, me sentiría muy dichosa de oír vuestro canto.
»Señor Conde Lucanor, pensad que, aunque la intención de la zorra era engañar al cuervo, siempre le dijo verdades a medias y, así, estad seguro de que una verdad engañosa producirá los peores males y perjuicios.
»Cuando el cuervo se vio tan alabado por la zorra, como era verdad cuanto decía, creyó que no lo engañaba y, pensando que era su amiga, no sospechó que lo hacía por quitarle el queso. Convencido el cuervo por sus palabras y halagos, abrió el pico para cantar, por complacer a la zorra. Cuando abrió la boca, cayó el queso a tierra, lo cogió la zorra y escapó con él. Así fue engañado el cuervo por las alabanzas de su falsa amiga, que le hizo creerse más hermoso y más perfecto de lo que realmente era.
»Y vos, señor Conde Lucanor, pues veis que, aunque Dios os otorgó muchos bienes, aquel hombre os quiere convencer de que vuestro poder y estado aventajan en mucho la realidad, creed que lo hace por engañaros. Y, por tanto, debéis estar prevenido y actuar como hombre de buen juicio.
Al conde le agradó mucho lo que Patronio le dijo e hízolo así. Por su buen consejo evitó que lo engañaran.
Y como don Juan creyó que este cuento era bueno, lo mandó poner en este libro e hizo estos versos, que resumen la moraleja. Estos son los versos:

Quien te encuentra bellezas que no tienes,
siempre busca quitarte algunos bienes.



Cuento VII

Lo que sucedió a una mujer que se llamaba doña Truhana


Otra vez estaba hablando el Conde Lucanor con Patronio de esta manera:
-Patronio, un hombre me ha propuesto una cosa y también me ha dicho la forma de conseguirla. Os aseguro que tiene tantas ventajas que, si con la ayuda de Dios pudiera salir bien, me sería de gran utilidad y provecho, pues los beneficios se ligan unos con otros, de tal forma que al final serán muy grandes.
Y entonces le contó a Patronio cuanto él sabía. Al oírlo Patronio, contestó al conde:
-Señor Conde Lucanor, siempre oí decir que el prudente se atiene a las realidades y desdeña las fantasías, pues muchas veces a quienes viven de ellas les suele ocurrir lo que a doña Truhana.
El conde le preguntó lo que le había pasado a esta.
-Señor conde -dijo Patronio-, había una mujer que se llamaba doña Truhana, que era más pobre que rica, la cual, yendo un día al mercado, llevaba una olla de miel en la cabeza. Mientras iba por el camino, empezó a pensar que vendería la miel y que, con lo que le diesen, compraría una partida de huevos, de los cuales nacerían gallinas, y que luego, con el dinero que le diesen por las gallinas, compraría ovejas, y así fue comprando y vendiendo, siempre con ganancias, hasta que se vio más rica que ninguna de sus vecinas.
»Luego pensó que, siendo tan rica, podría casar bien a sus hijos e hijas, y que iría acompañada por la calle de yernos y nueras y, pensó también que todos comentarían su buena suerte pues había llegado a tener tantos bienes aunque había nacido muy pobre.
»Así, pensando en esto, comenzó a reír con mucha alegría por su buena suerte y, riendo, riendo, se dio una palmada en la frente, la olla cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Doña Truhana, cuando vio la olla rota y la miel esparcida por el suelo, empezó a llorar y a lamentarse muy amargamente  porque había perdido todas las riquezas que esperaba obtener de la olla si no se hubiera roto. Así, porque puso toda su confianza en fantasías, no pudo hacer nada de lo que esperaba y deseaba tanto.
»Vos, señor conde, si queréis que lo que os dicen y lo que pensáis sean realidad algún día, procurad siempre que se trate de cosas razonables y no fantasías o imaginaciones dudosas y vanas. Y cuando quisiereis iniciar algún negocio, no arriesguéis algo muy vuestro, cuya pérdida os pueda ocasionar dolor, por conseguir un provecho basado tan sólo en la imaginación.
Al conde le agradó mucho esto que le contó Patronio, actuó de acuerdo con la historia y, así, le fue muy bien.
Y como a don Juan le gustó este cuento, lo hizo escribir en este libro y compuso estos versos :

En realidades ciertas os podéis confiar
mas de las fantasías os debéis alejar.


(Versión actualizada: Juan Vicedo)








domingo, 2 de noviembre de 2014

Romance del Conde Niño. (Anónimo)

Conde Niño, por amores
es niño y pasó a la mar;
va a dar agua a su caballo
la mañana de San Juan.
Mientras el caballo bebe
él canta dulce cantar;
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar;
caminante que camina
olvida su caminar,
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.
La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está:
-Levantaos, Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar.
-No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
si no es el Conde Niño
que por mí quiere finar.
¡Quién le pudiese valer
en su tan triste penar!
-Si por tus amores pena,
¡oh, malhaya su cantar!,
y porque nunca los goce
yo le mandaré matar.
-Si le manda matar, madre
juntos nos han de enterrar.
Él murió a la media noche,
ella a los gallos cantar;
a ella como hija de reyes
la entierran en el altar,
a él como hijo de conde
unos pasos más atrás.
De ella nació un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar;
las ramitas que se alcanzan
fuertes abrazos se dan,
y las que no se alcanzaban
no dejan de suspirar.
La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar;
della naciera una garza,
dél un fuerte gavilán
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan a la par.


           (Anónimo)

jueves, 30 de octubre de 2014

Romance del Rey Moro que perdió Alhama. (Anónimo)

Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarrambla.
«¡Ay de mi Alhama!»

Cartas le fueron venidas
que Alhama era ganada:
las cartas echó en el fuego,
y al mensajero matara.
«¡Ay de mi Alhama!»

Descabalga de una mula,
y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba
subido se había al Alhambra.
«¡Ay de mi Alhama!»

Como en el Alhambra estuvo,
al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.
«¡Ay de mi Alhama!»

Y que las cajas de guerra
apriesa toquen al arma,
porque lo oigan sus moros,

los de la Vega y Granada.
«¡Ay de mi Alhama!»

Los moros que el son oyeron
que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos
juntado se ha gran batalla.
«¡Ay de mi Alhama!»

Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
—¿Para qué nos llamas, rey,
para qué es esta llamada?—
«¡Ay de mi Alhama!»

—Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada:
que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhama.
«¡Ay de mi Alhama!»

Allí habló un alfaquí
de barba crecida y cana:
—¡Bien se te emplea, buen rey,
buen rey, bien se te empleara!
«¡Ay de mi Alhama!»

Mataste los Bencerrajes,
qu’eran la flor de Granada;
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.
«¡Ay de mi Alhama!»

Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino,
y aquí se pierda Granada.—
«¡Ay de mi Alhama!»


     (Anónimo)




martes, 28 de octubre de 2014

Rubén Darío. "Cantos de vida y esperanza". (Fragmento)

                                                 


         CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA

A José Enrique Rodó 

                     I


Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.

El dueño fuí de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;

y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinitas.

Yo supe de dolor desde mi infancia,
mi juventud... ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan la fragancia...
una fragancia de melancolía...

Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fué porque Dios es bueno.

En mi jardín se vió una estatua bella;
se juzgó de mármol y era carne viva;
un alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.

Y tímida, ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía...

Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
hora de madrigal y de embeleso,
de "te adoro", de "¡ay!" y de suspiro.

Y entonces era en la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
un renovar de notas del Pan griego
y un desgranar de músicas latinas.

Con aire tal y con ardor tan vivo,
que a la estatua nacían de repente
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.

Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa verleniana,
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;

todo ansia, todo ardor, sensación pura
y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia y sin literatura...:
Si hay un alma sincera, ésa es la mía.

La torre de marfil tentó mi anhelo;
quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.

Como la esponja que la sal satura
en el jugo del mar, fué el dulce y tierno
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.

Mas, por la gracia de Dios, en mi conciencia
el Bien supo elegir la mejor parte;
y si hubo áspera hiel en mi existencia,
melificó toda acritud el Arte.

Mi intelecto libré de pensar bajo,
bañó el agua castalia el alma mía,
peregrinó mi corazón y trajo
de la sagrada selva la armonía.

¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda
emanación del corazón divino
de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda
fuente cuya virtud vence al destino!

Bosque ideal que lo real complica,
allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela;
mientras abajo el sátiro fornica,
ebria de azul deslíe Filomela.

Perla de ensueño y música amorosa
en la cúpula en flor del laurel verde,
Hipsipila sutil liba en la rosa,
y la boca del fauno el pezón muerde.

Allí va el dios en celo tras la hembra,
y la caña de Pan se alza del lodo;
la eterna vida sus semillas siembra,
y brota la armonía del gran Todo.

El alma que entra allí debe ir desnuda,
temblando de deseo y fiebre santa,
sobre cardo heridor y espina aguda:
así sueña, así vibra y así canta.

Vida, luz y verdad, tal triple llama
produce la interior llama infinita.
El Arte puro como Cristo exclama:
¡Ego sum lux et veritas et vita!
Y la vida es misterio, la luz ciega
y la verdad inaccesible asombra;
la adusta perfección jamás se entrega,
y el secreto ideal duerme en la sombra.

Por eso ser sincero es ser potente.
De desnuda que está, brilla la estrella;
el agua dice el alma de la fuente
en la voz de cristal que fluye d'ella.

Tal fue mi intento, hacer del alma pura
mía, una estrella, una fuente sonora,
con el horror de la literatura
y loco de crepúsculo y de aurora.

Del crepúsculo azul que da la pauta
que los celestes éxtasis inspira,
bruma y tono menor ¡toda la flauta!,
y Aurora, hija del Sol ¡toda la lira!

Pasó una piedra que lanzó una honda;
pasó una flecha que aguzó un violento.
La piedra de la honda fué a la onda,
y la flecha del odio fuése al viento.

La virtud está en ser tranquilo y fuerte;
con el fuego interior todo se abrasa;
se triunfa del rencor y de la muerte,
y hacia Belén... ¡la caravana pasa!

                    RUBÉN DARÍO. ( De "Cantos de vida y esperanza")

viernes, 24 de octubre de 2014

Luis de Góngora.

 Amarrado al duro banco


                                                     Amarrado al duro banco 
                                                     de una galera turquesca, 
                                                     ambas manos en el remo 
                                                     y ambos ojos en la tierra,
                                                     un forzado de Dragut 
                                                     en la playa de Marbella, 
                                                     se quejaba al ronco son 
                                                     del remo y de la cadena:
                                                      "¡Oh sagrado mar de España, 
                                                      famosa playa serena, 
                                                      teatro donde se han hecho 
                                                      cien mil navales tragedias!,
                                                      pues eres tú el mismo mar
                                                      que con tus crecientes besas 
                                                      las murallas de mi patria, 
                                                      coronadas y soberbias,
                                                      tráeme nuevas de mi esposa 
                                                      y dime si han sido ciertas 
                                                      las lágrimas y suspiros 
                                                      que me dice por sus letras,
                                                      porque si es verdad que llora 
                                                      mi cautiverio en tu arena, 
                                                      bien puedes al mar del Sur 
                                                      vencer en lucientes perlas.
                                                      Dame ya, sagrado mar, 
                                                      a mis demandas respuesta, 
                                                      que bien puedes, si es verdad, 
                                                      que las aguas tienen lengua,
                                                      pero, pues no me respondes, 
                                                      sin duda alguna que es muerta, 
                                                      aunque no lo debe ser, 
                                                      porque vivo yo en su ausencia.
                                                      ¡Pues he vivido diez años 
                                                     sin libertad y sin ella, 
                                                     siempre al remo condenado, 
                                                     a nadie matarán penas!
                                                     En esto se descubrieron 
                                                     de la Religión seis velas, 
                                                     y el cómitre mandó usar 
                                                     al forzado de su fuerza.
                                                                     (Luis de Góngora. 1583)


domingo, 19 de octubre de 2014

Jarchas

                           
                                                     I

                                         Meu çidi Ibraim,
                                        yá nuemme dolche;
                                              vent a mib;
                                              de nojte;
                                        in non, si non queres
                                             ireym' a tib.
                                          Gárrame a ob
                                               ligarte.


                                                    II

                            ¡Amanu, amanu, yá-l-malih! Garr(e):
                            ¿por qué no queres, ¡yá Al·lah! matar(e)?


                                                   III

                                      ¡Vey, yá çahhara!
                                 Alba qu' está con bel fogor(e),
                                   Can(d) vene vade amor(e)
                                   
              

Elizabide el vagabundo. Pío Baroja.

ELIZABIDE EL VAGABUNDO  Cer zala usté cenuben enamoratzia?  Sillau is hiri eta guitarra jotzia? (¿Qué creías tú que era el enamorars...